Con la llegada de San Valentín, el imaginario colectivo se inflama de iconos conocidos para todos: cupido y el flechazo del amor, el corazón apasionado, los bombones y los ramos de flores…
Es un buen día para tener un detalle, pero también, es una buena ocasión para recordar cuáles son los elementos que se trabajan en terapia para que la relación perdure, resista al tiempo y se fortalezca. Para muchos, los elementos principales de cualquier relación de pareja son el cariño, la intimidad, el respeto, la confianza… y es cierto que son factores importantes, pero hay otros que no se suelen tener tan en cuenta, que se conocen pero muchas veces no se les presta atención hasta que hay un problema con ellos, y os aseguramos que estos son, en un porcentaje muy alto, algunos de los motivos más típicos de ruptura.
Economía y obligaciones familiares.
Empezamos por el que suele ser uno de los grandes motivos de discusión en la pareja, sobre todo porque, por desgracia, vivimos en una sociedad en la que la complementariedad de roles (por ejemplo, tú te dedicas a la casa y yo al trabajo), sigue siendo una realidad importante. Puede que la mayoría de mujeres hayan accedido al mercado profesional, pero en muchas ocasiones no lo hacen en las mismas condiciones, y si la pareja tiene hijos, quienes suelen reducir su jornada o dar por finalizadas sus opciones de ascender suelen ser ellas. Por otro lado, el porcentaje de tareas que se llevan a cabo en casa es mayoritariamente femenino, aunque en este sentido el contexto poco a poco va mejorando.
Ocio y amistades.
Es importante encontrar espacios para la diversión, incluso a veces fuera de la familia. Dedicarnos en exclusiva a las tareas y obligaciones nos va mermando, y tarde o temprano termina por explotar. Las parejas que cuentan con espacios de ocio, que quedan con amigos, que disfrutan de momentos de asueto en donde el único objetivo es divertirse, están más protegidas ante el estrés y cuentan con una mayor ventilación emocional de los problemas (tanto familiares como de otra índole).
Familia extensa e hijos.
La intromisión y las obligaciones derivadas de la familia de origen (tus padres y familiares directos) y la familia política, pueden ser elementos que reducen la armonía de la relación de pareja. Dedicaciones asimétricas, obligaciones no deseadas, presiones para hacer ciertos planes o en la toma de decisiones, son algunos ejemplos de detalles que dificultan la relación. Además, cuando la pareja tiene hijos, el nivel de presencia de la familia extensa en la toma de decisiones suele aumentar, a veces por interés genuino, otras veces por necesidad de la pareja (dejar a los hijos con los abuelos, que se encarguen de recogerlos del colegio…)
Por último, en este mismo punto, hay que destacar cierta leyenda urbana muy habitual en las parejas con hijos, y es el tipo de ideas como “mis hijos son lo primero”. Está genial querer a los hijos y preocuparse por ellos, pero no por ello tenemos que ponernos en segundo lugar u olvidarnos de nuestra pareja, ya que este tipo de actitudes suelen provocar conflictos y malestar. Un punto de vista diferente es ver a la familia como un ecosistema: cada uno de los miembros necesita de los otros, y hace falta un equilibro para que el ecosistema perdure y crezca.
Costumbres (lo que está bien y lo que está mal).
Este puede que sea el elemento más insidioso de los que vamos a enumerar, ya que se refiere sobre todo a las creencias y valores de cada miembro de la pareja. En el fondo, son personas que han crecido en contextos distintos, valorando cosas diferentes y teniendo vivencias diferentes. Cuando la relación comienza se evalúan algunas de estas distintas “definiciones” de la vida, pero de una manera muy general, en cambio, a lo largo de la relación, esas diferencias comienzan a aparecer cuando surgen decisiones en las que chocan (por ejemplo, cuando los padres no están de acuerdo en si el hijo debe defenderse por la fuerza cuando le agreden).
Decimos que este elemento es insidioso porque las creencias y valores operan a un nivel implícito; lo conocemos, sabemos que está ahí, pero no lo explicitamos de ninguna manera. Son ese tipo de cosas que son así porque lo han sido siempre, aunque no sepamos muy bien por qué (el motivo es porque lo aprendimos de manera implícita).
Afecto.
El afecto es algo que no debería darse por sentado, sobre todo en una relación duradera. Con esto, lo que queremos decir es que el afecto es algo gratuito que tiene un gran poder curativo y vinculativo, y la mejor manera de ponerlo en práctica es utilizando las dos vías posibles: la verbal (piropos, mensajes de cariño…) y la comportamental (besos, abrazos, caricias…)
Desde la Terapia Familiar Sistémica, se entiende el afecto como la “nutrición relacional”, que son aquellas acciones que hacen que la otra persona sienta el afecto. Lo podemos hacer de cuatro maneras: mostrando cariño (verbal y comportamental), ofreciendo seguridad (cuidados o apoyo ante los problemas), reconociendo a la otra persona (viendo su singularidad, su manera única de ser) y valorándola (haciendo salientes sus virtudes y capacidades).
Sexualidad.
No es necesaria una pasión desenfrenada para que las relaciones de pareja fructifiquen, pero sí es recomendable que exista un deseo por la otra persona, por estar a su lado, por que haya contacto (que puede ser sexual o no). Los elementos imprescindibles para este factor son el compromiso con la satisfacción propia y de la pareja, y por el respeto mutuo.
Una vez comentados estos puntos, es importante tener en cuenta dos cuestiones:
- Cada uno de ellos pueden ser negociados y consensuados por la pareja, de manera que ambos sean capaces de encontrar un punto en común en el que las diferencias no sean tantas, y los límites de cada uno queden fijados y pueden ser tenidos en cuenta y respetados.
- Estos factores deberían ser atendidos por la pareja, no solo por uno o una de ellos. En la terapia de pareja solemos ver que cuando hay malestar, habitualmente uno de los miembros no presta atención a alguna de estas cuestiones hasta que se vuelve un problema. Que cada uno preste atención a estos aspectos y trate de cuidarlos, cuando aún no han surgido los problemas, es una buena manera de fortalecer la relación.
Por todo esto, en un día como hoy, el de los enamorados, nos gustaría animaros a ver la relación de pareja, no tanto como esa emoción intensa, ese subidón o enamoramiento, sino como ese espacio donde aportar y cuidar de uno mismo y de la otra persona.