Estrés

El estrés es una respuesta emocional muy difícil de describir, sobre todo porque se ha convertido en una palabra coloquial de uso masivo, no siempre con el mismo significado. En este caso vamos a utilizar la terminología clínica del estrés.
¿Qué es el estrés?
Entendemos el estrés como la percepción del esfuerzo que se está llevando a cabo cuando se realiza una acción (deporte, jornada laboral, charla ante un auditorio…) Ese esfuerzo puede ser físico, por ejemplo, el que soporta un camarero cuando corre de la cocina a la mesa de los comensales con los pedidos durante horas; o mental, cuando intenta recordar cada una de las comandas, responder con serenidad, tomar decisiones en poco tiempo…
Lo importante no es lo demandante que sea una tarea, sino la percepción que tenemos de la misma y de nuestras capacidades para llevarla a cabo. En el ejemplo anterior, un camarero novato puede que no recuerde los cuatro tipos distintos de cafés que le han pedido los amigos que acaban de terminar de comer, y tenga que volver a preguntar, perdiendo así tiempo y llegando tarde a otra mesa, recibiendo por ello una reprimenda porque no les ha traído aún la carta; en cambio, quien ya cuente con experiencia probablemente no olvide qué ha pedido cada persona, quién se está impacientando, cómo hacer para obtener un comentario más amable o cuándo llevar la cuenta y aprovechar el viaje para atender a otra mesa.

La misma situación es muy estresante para el primero y un día normal para el segundo. Sin embargo, si nos fijamos, los elementos que nos resultan estresantes en estos ejemplos no son los físicos, sino los mentales.
¿Por qué sentimos estrés?
La sensación de estrés se produce cuando hacemos una apreciación negativa de nuestras habilidades, del tiempo que tenemos disponible para la tarea y de su dificultad. En el trabajo es habitual que muchas situaciones produzcan estrés: tenemos entregas con fecha límite, nuestro desempeño se compara, se valoran nuestros resultados, se exige que estemos siempre al 100%… y no siempre se nos recompensa de manera adecuada por todo este esfuerzo.

Es por ello que, al cabo del tiempo, podemos empezar a sufrir los efectos del estrés prolongado, que consisten en problemas para dormir y “desconectar” de las preocupaciones, mayor irritación, agotamiento crónico, sensación de vacío, ansiedad, peor respuesta del sistema inmune y mayor vulnerabilidad a las enfermedades, dificultades para recordar e interiorizar nuevos aprendizajes…
¿Cuáles son los tratamientos que ofrecen mejores resultados?
El trabajo en terapia del estrés no se lleva cabo de la misma manera con cada paciente, ya que, en primer lugar, hay que determinar qué situaciones ponen “al límite” a cada persona. Es por ello que, generalmente, el tratamiento se inicia con técnicas ideadas para descubrir las situaciones que disparan una alta emocionalidad, y estudios del comportamiento con el fin de ver el estilo de respuesta y las ventajas o costes (las consecuencias) de la manera de comportarse del paciente. Para obtener esta información se suele solicitar al paciente que cumplimente un autorregistro de situaciones, y se elabora un análisis funcional de la conducta.
A partir de entonces, dependiendo del tipo de situaciones y de las respuestas a estas de la persona en cuestión, se abordará la manera específica de trabajar. Por ejemplo, por medio del entrenamiento en habilidades sociales para quienes sufren en este tipo de interacciones, entrenamiento en solución de problemas, gestión emocional y técnicas de afrontamiento de situaciones conflictivas, o desde tratamientos que han demostrado una alta capacidad de respuesta ante problemas de desregulación emocional, como pueden ser la Terapia Dialéctico Conductual, o los Tratamientos Transdiagnóstico de los Trastornos Emocionales.
Si crees que estás sufriendo estrés y necesitas ayuda, en Acierta contamos con los conocimientos y las herramientas para acompañarte.