Una de nuestras pacientes, (para ilustrar este caso, vamos a llamarla Laura, aunque no es su nombre real), vino a terapia porque llevaba un tiempo queriendo ser madre pero no lo conseguía, se sentía muy triste y tenía una sensación de que estaba decepcionando a sus padres, a su pareja y a sí misma por no lograr quedarse embarazada.
Otra paciente, la llamaremos Teresa, nos pidió cita porque tras años esforzándose en el trabajo y creciendo en su carrera profesional, se había quedado embarazada, lo que le había llevado a bajar el ritmo de trabajo. Al cabo de un tiempo, se vio obligada a pedir la reducción de jornada porque no era capaz de llegar a todo. Sentía que ser madre la había obligado a renunciar a una parte muy importante de sí misma.
Otra paciente, por ejemplo Marga, se sentía avergonzada, porque con 40 años no había encontrado una pareja estable. Creía que sus amigos y sus familiares consideraban que lo “había hecho mal”. De hecho, estaba convencida de que si no encontraba a alguien con quien compartir su vida, no iba a ser feliz.
Hay dos elementos que se repiten en cada una de estas historias: todas ellas son mujeres, y todas “se ve obligadas” a cumplir con unas expectativas que les hacen sufrir. Hoy queremos comentar este tipo de obligaciones sociales desde el punto de vista de la psicología, y en concreto, teniendo en cuenta la teoría del doble vínculo de la terapia familiar sistémica. Esta teoría ilustra un modo de comunicación por medio del cual, la persona recibe dos mensajes contradictorios que son imposibles de cumplir al mismo tiempo y en la cual, es castigado por ello. Además, el último factor importante, es si la persona tenía la capacidad o no, de expresar su inconformidad o hacer ver la injusticia de la situación.
De alguna manera este modo de comunicación es el que sufrimos las mujeres con el discurso social, que arroja toda una serie de expectativas, obligaciones morales y reglas que resultan contradictorias entre sí, y por tanto es imposible cumplir con todas ellas.
Pero además, es difícil enfrentarnos a esa entidad que es “la sociedad”, las creencias culturales, la idiosincrasia de una cultura. No hay a quién dirigirse para decirle lo que estas pacientes querrían decirle:
– “No es justo que me pidas que sea madre si no puedo serlo”.
– “No es justo que me exijas llegar a todo, cumplir con todo y con todos, y hacerlo con una sonrisa”.
– ”No es posible entregarme a la familia y al trabajo al cien por cien, ¡tendré que elegir! y no es justo que una vez haya elegido lo que sea me recrimines no haber elegido lo otro”.
Tener objetivos y expectativas son elementos que nos hacen crecer, desarrollarnos y evolucionar, pero si esos objetivos son inalcanzables, si para cumplir con unas expectativas tengo que fracasar en otras, lo más probables es que sufra en el camino.
Las mujeres nos hemos ganado nuestro lugar en la sociedad y hemos demostrado que somos capaces de hacer cuanto nos proponemos, pero no por ello debemos hacer todo lo que podemos. Ahora que hemos mostrado de lo que somos capaces, ¿qué tal si nos miramos con más compasión y nos permitimos ser imperfectas?